vendredi, décembre 18

Si furioso me hubiese levantado aquella mañana nada, y digo absolutamente nada de lo que ocurrió hubiese ocurrido.
Debían de ser aproximadamente las cinco de la madrugada y soñaba con un paraguas. Un gran paraguas que me protegía de grandes granos de café tostado que caían del cielo. Me parecia estar en un lugar utópico, de ambiente cálido, cielo azul turquesa y nubes blancas y espesas. Extendía los brazos dejando caer el paraguas para coger todos los granos de maíz que pudiera! Pero cuando caía al suelo estos me golpeaban tan fuerte que se me hundían en las mejillas, los brazos, las piernas… ¿De donde debían proceder? Tenían tanta fuerza que parecían llevar siglos cogiendo velocidad!
Volví a coger el paraguas y me resguardé. De pronto empezó a llover algo que al principio no supe reconocer. Eran unas gotas transparentes, pero de una espesor extraña. Saqué la mano fuera para comprobar que caía y un impulso nervioso me hizo retirarla en el acto: ¡aceite hirviendo! El pánico se apoderó de mi. Corría y corría y corría pero a ningún lugar llegaba. El paraguas empezaba a pesar tanto que casi me era imposible sostenerlo derecho. Seguí corriendo indefinidamente hasta llegar a un sin lugar sin fin. Un gran barranco, que daba a un vacío oscuro que no alcanzaba a ver. Lo bueno, en estos momentos, sería saber que estas soñando y lanzarte al vacío para saber que es lo que se experimenta, pensé, cuando…caí en la cuenta de que estaba soñando. Así que…me animé a saltar al vacío. Y, decidido, salté.

Ahora estoy aquí, escribiendo desde la cama. Estoy, digamos…un tanto indispuesto y avergonzado. Un poco de ambas cosas. Concretamente sufrieron mis neuronas y mis costillas, y también un poco mis piernas.
Si, eso es. Resulta que mientras yo corría protegiéndome de gotas de aceite que intentaban asesinarme…en realidad lo que hacía era correr por mi habitación…Y la ventana fue lo que se presento como un gran, oscuro y apetitoso vacío. Así que doy gracias a mamá que decidió habitar en un primer piso.
Esta mañana ha venido a visitarme Cat al hospital, donde llevo unas dieciocho horas duermiendo. Me ha traído un bocadillo de brie con jamón y un libro para que me entretenga. Mamá dice que me recuperaré pronto, pero que aún me tienen que hacer algunas pruebas médicas antes de poder volver a casa.
Me he estado preguntando, a raíz de lo ocurrido, algunas cosas sobre los sucesos cotidianos que nos abordan de tanto en tanto en esta vida, como por ejemplo, mi salud mental.
¡¿Qué debería estar pensando en ese momento?!
En fin, hay que joderse. Espero no tener muchas neuronas lesionadas, por lo menos sé que aún tengo la capacidad de pensar, y eso me alivia.
¿Imaginas levantarte y no saber nada, de nada, de nada?
Entonces si que correría hasta algún abismo y saltaría de lleno al fondo.


Lou.

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