Cuenta mis huesos
Cuando empecé a salir con Ray desconocía su atributo especial, su guirnalda de bienvenida, su cinismo asqueroso. Se me presentó como alguien pequeño, desgraciado, desesperado. Resultó ser un sucio bastardo al que no dejaría de patearle el culo jamás.
Recuerdo la primera cena. Parecía nervioso y me daba muchísima pena. Al sentarnos a la mesa tiró la copa dando un golpe a la mesa con sus torpes y delgados muslos. Se disculpó con nerviosismo. Juro que parecía que iba a salir corriendo en cualquier momento. Cuando le miré a los ojos vi que pedía socorro a través de sus pupilas, con una fuerza y una desesperación que antes jamás había visto surgir en nadie mas.
- Discúlpame, lo estoy haciendo mal, dijo Ray
No pude evitar reírme. Parecía saber que detestaba estar a su lado. Hubiera preferido cualquier otra compañía.
- Oye, tranquilo, no importa. Me parece divertido.
- Ya veo.
Se quedó callado durante un buen rato y yo no supe que decir. Esperamos a que llegara el camarero y pedimos dos limonadas y una ensalada griega, escogidas por mí, por descontado. ¿Cómo Ray iba a abrir la boca delante de aquel camarero?. Cuando se alejó le pregunté:
- Oye, y tú ¿por qué no hablas?
- Yo sí que hablo
- Bueno, ya me entiendes. No has abierto la boca cuando el camarero se ha acercado.
- No tengo por que darte explicaciones Desideria, esto no es asunto tuyo.
- Muy bien, muy bien. Me parece increíble.
- Lo sabía. Sabía que cuando me vieras te arrepentirías de estar saliendo conmigo.
- No es eso - mentí.
- Si, si que lo es. Dame tiempo Desideria. Yo no soy fácil al principio, me cuesta despegar. Soy como una de esas primeras avionetas que apenas tenían fuerza para elevarse unos metros del suelo - esto lo dijo friamente.
- Me gustas mucho, Ray, me gustas muchísimo.
- Tu a mi también.
- ¡mira! ¡ahí llegan nuestras limonadas!
- Odio la limonada
- Pues mejor, así bebo yo las dos.
Ray no pidió nada. No bebió nada. Se dedicó a observarme durante toda la noche. Luego me acarició las piernas y la espalda. Mas tarde me besó. Días después hicimos el amor. Meses después empezaba a elegir él los menús cuando salíamos a comer o cenar. Años después me dejó, justo el día en que yo estuve segura de que lo amaba.
Por Una Devant