mercredi, décembre 16

Había seguido todos y cada uno de los pasos escrupulosamente.
Se había lavado las manos, pintado las uñas de color azul oscuro, y colocado los guantes de piel de vaca; había cogido el detergente azul del armario y había lavado cuidadosamente la bañera. Todas las juntas del suelo ahora estaban intactas. Después había ido al dormitorio y había cambiado las sábanas, donde dos horas mas tarde yacerían su marido y Dionis, abrazándose y restregándose cuerpo a cuerpo para coger el calor que en el exterior faltaba.
Desde el comedor, dentro del armario de la limpieza, los oía.
Primero escuchó pasos, luego risas y finalmente vio la puerta entreabierta. Los cuerpos aún seguían vestidos. Su marido había dicho algo de una taza de café, pero no abandonaron la habitación, lo que significa que el deseo pudo al frío -una vez más, pensó ella.- Sin darse apenas cuenta empezaron los aullidos. La ropa empezó a volar y a caer al suelo con ruidos sigilosos; la cama que ella antes había hecho tan cuidadosamente se deshizo de una forma desgarradora. Los gemidos rompieron el silencio. Los muelles de la cama empezaban a tiritar. A través de rendija podía ver dos largas piernas que cobijaban la cara de su marido, que sumido en el placer, saboreaba el fluido del fruto maduro de su querida Dionis, que se retorcía y se hundía en su cabeza.
Ahora, estando segura de que los animales no escucharían nada ajeno a ese placer en el que estaban sumidos, salió del armario sin ninguna precaución. Se dirigió, tarareando una canción, al vestíbulo y cerró la puerta con pestillo. Luego fué a la cocina y encendió el hornillo. Puso la mesa: un mantel pequeño, un plato, un tenedor, un cuchillo y una única servilleta.
Entraba el sol, por la ventana. En cuanto se dió cuenta cerró las cortinas. El hornillo empezaba a calentarse.Volvió a su posición y comprobó como los amantes seguían sin saber lo que estaba sucediendo. Por parte suya nada podría estar yendo mejor.Los muelles ahora danzaban al son de los cuerpos emitiendo un agudo ñic, ñic, ñic, ñic,... Los gemidos eran cada vez mas intermitentes. Aquella zorra estaba cada vez mas exhausta. Ante esto no pudo más y comprobó que el reloj marcaba la hora prevista. Se dirigió al cuarto de baño, cogió de detrás de la puerta el bidón de gasolina que había comprado y llenó la bañera con el líquido. Volvió al cuarto de la limpieza y cogió el revólver. Decidida a acabar con todo abrió la puerta de la habitación emitiendo un sordo BASTA CERDOS!, que le salió de lo mas hondo de su garganta.
Los cuerpos pasaron de experimentar el máximo placer a estar sumidos en un horrible miedo.Su marido tenía el pene erecto y le costaba subirse los pantalones. Ante esta repugnante escena decidió proceder y el cuerpo cayó al suelo cuando le llegó su correspondiente tiro en la cabeza.
Dionis no chillaba, aullaba de desesperación como una loba hambrienta. Alguien que ni siquiera sabía que existía la conducía a su cuarto de baño apuntándole con una pistola en la sien.Un hedor putrefacto salía de su cuarto de baño. Al entrar se dió cuenta de que su bañera estaba llena de gasolina y el terror invadió su cerebro, su mente, sus entrañas. Empezó a berrear y suplicar hasta que los labios no le respondieron. Se vió hundida en la bañera y vio como aquella mujer feliz le tiraba una cerilla a los ojos. Luego solo vio fuego.

La felicidad y la satisfación que sentía la impulsó a la cocina, donde su pastel de manzana estaba casi cocido. Se quitó los guantes y abrió la ventana. Retiró el pastel, colocó su trocito correspondiente en el plato y lo comió lentamente.
Luego metió el plato y el tenedor en su bolsa, corrió el cerrojo de la puerta y salió.

2 commentaires:

  1. me recuerda "música para corazones incendiados", solo que estas palabras no piden permiso a la admiración simplemente entran en ella...

    me ha encantado.

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