samedi, décembre 31


FELIZ AÑO NUEVO A TODOS!
Edie.

samedi, octobre 29

Los momentos de lucidez de Greg

- ¿Por qué soy tan desgraciado?, pregunta Greg
- Quizás porque vienes aquí y te pasas la tarde mirando a la nada, dice Mary.
- Siempre vengo con la predisposición de coger un libro de poemas de Carver y acabo en la sección de la sonrisa vertical. No sé que hacer Mary, quizás debería irme a otro lugar.
- Creo que allá donde vayas el problema va a ser el mismo, Greg. Las mujeres están en todas partes.
- No creo que sean las mujeres, creo que soy yo mismo. ¿Recuerdas cuando nos conocimos? Fuiste tu la que te acercaste a mi. Yo estaba sentado en la barra mientras los demás bailaban en la pista, te acercaste después de observarme durante un buen rato y me preguntaste si podíamos irnos juntos.
- Quizás llevas escrito en el rostro que te sientes solo, por eso las mujeres nos acercamos a ti.
- ¿Es eso lo que sentiste?, ¿lástima?
- No es lástima Greg. Eres un hombre atractivo y elegante, distinguido. La multitud a tu alrededor parece inquieta y tu, en cambio, estás totalmente paralizado. Digamos que te haces ver.
- Eso no es problema mío Mary, sabes que soy inaguantable.
- De lejos pareces de todo menos inaguantable. Después si, eres inaguantable. A la que abres la boca se sabe que millones de mujeres han pasado por tus brazos. Es eso lo que nos asusta, ¿sabes?. A nadie le gusta sentirse uno más, alguien pasajero. Y tú haces sentir eso desde que despegas los labios para pronunciar una palabra. La única opción que nos queda, entonces, es utilizarte. Follarte todas las veces que sean necesarias, hasta saciar nuestra sed, y luego dejarte tirado. Creo sinceramente, Greg, que es eso lo que asusta a tus mujeres.
- Yo no lo creo.
- Creo que lo sabes, pero eres demasiado orgulloso para reconocerlo. Con tu historial de mujeres no puedes esperar que alguna espere tener algo serio contigo.
- Muchas han querido tener algo serio conmigo, Mary.
- Hasta que se han dado cuenta de que lo tuyo no tiene remedio. No quiero ofenderte, pero a nadie le gusta sentirse una mierda cuando va cogida del brazo del que presuntamente es su compañero. No haces otra cosa que mirar a todas las mujeres que pasan y hacer comentarios alagadores sobre ellas. Es imposible sentirse querida a tu lado Greg, imposible.
- ¿Por qué os mjolestará tanto eso?
- Dios, me pones histérica. No puedo contigo, lo siento.

jeudi, octobre 20

Episolar I. Ian

Querido Ian,

Octubre es demasiado cruel conmigo. Aún tengo las manos húmedas día y noche, no lo soporto más. Espero que acabe pronto, de verdad. Esta mañana he desayunado con Marcello. Hablar italiano a las nueve de la mañana con un café delante solo puede recordarme a Milano y de echo he sido demasiado nostálgica, quizás, recordando los tranvías, la nieve, los capuccino en el café Marzia, las tardes en el apertitivo, los cócktails, las cenas para diez, la biblioteca Chiesa Rosa, los caminos de ida y vuelta a la Standa, la bicicleta, el naviglio, Via Torino, le Colonne, el cine Odeon...es imposible no recordar todo eso y querer escapar inmediatamente. Desde que estoy aquí hay algo que echo de menos, y es el ritmo frenético de las semanas cogiendo aviones sin parar. Echo tanto de menos los aeropuertos que vuelve a pasarme por la cabeza la idea de hacer un curso de azafata para poder volar. Siempre es suculento saber que podría estar en contacto con Pilotos que me ayudarían a perder el miedo a volar. Me encanta mi paradoja: tengo miedo a volar y quiero volar. ¿Por qué tengo que ser tan contradictoria? En fin, eso es algo que echo de menos y en lo que he pensado hoy. A parte de las noches de Bukowski, cuando Nicola me leía sus cuentos en Italiano mientras estábamos en la buhardilla. Me hacían tanta gracia que saltaba de la cama sin poder parar de reír. Echo de menos Italia, ya lo ves.

Mañana mismo empiezo algo nuevo y constructivo, ¿sabes?, prácticas en un centro de Anorexia y bulímia muy nuevo y complejo, está en Pedralbes. Como sabes nada de lo que viva allí podré contarte, y lo siento de veras, pues de alguna forma tendría que explotar, pero si algo soy es fiel a mi yo 'psicologo' y no voy a contar nada a nadie de lo que allí suceda o vea, ni siquiera a mi yo 'escritor', pues es un valioso secreto. Es curioso, me siento en activo en este aspecto. Mi yo psicológico está contento esta semana. Cada lunes, de ahora a Enero, estaré toda la tarde en una asociación de gitanos en el barrio de gracia. Te preguntarás que hago allí -hasta yo misma me lo pregunto-, pues hago dos horas de intervención psicosocial. Lo primero que hago es estar con una niña de cuatro años que padece autismo y lo segundo es llevar a un grupo de niñas gitanas que tienen unas ideas desorbitantes - que les vienen, por supuesto, de las séries absurdas para jóvenes superficiales- que consumen día tras día en la televisión.
No voy a entrar tampoco en detalles pero es una tarea de lo más interesante. Debo seguir un diario de campo y escribirlo cada lunes por la noche, y así no olvidar mi experiencia. Constructivo, ¿verdad?.

Y tu, querido, ¿como estás? Janice me dijo el otro día que hablasteis y que te vio bien. He leído tus últimos cuentos y los encuentro sensibles y agotadores -emocionalmente hablando-. Buen trabajo Ian, de veras. El otro día salí con Thomas y nos despertamos tan desorientados y borrachos que casi no fuimos capaces de reconstruir la noche. Finalmente conseguimos recordar que jugamos a las personalidades y creo recordar que me hizo ser italiana, cometido en el cual fracasé al intentar entablar una conversación con unos turistas. Yo le hice ser un argentino huérfano y que había tenido una vida de lo más cruel. Creo que el juego de las personalidades podría servirte como argumento para tu próximo número, ¿no crees?

Te quiero Ian, y te echo de menos. No puedo escribir más pues tengo que hacerme un sandwich y salir pitando a cojer el bicing para subir a la clínica...entra una luz ténue por la ventana y tengo las manos congeladas de la mezcla de frío y sudor, suena un vinilo precioso que he escuchado ya unas veinte veces.

Escríbeme pronto, por favor.

Edie Str.

lundi, octobre 3


SINCRONÍA
Por Chabriol

INT/NOCHE. Dormitorio de Edie

Desorden. Olor a humo de cigarrillos. Edie está tumbada en la cama, en ropa interior. Dan está sentado en una butaca, vestido de traje, pues acaba de llegar de trabajar.

Prefiero mirarte de espaldas sin que te des cuenta
¿te gusta?
Si. Me gusta también mirar a través de tu puerta y ver los pies en la cama mientras duermes la siesta a media tarde
¿por qué?
Porque te tumbas boca abajo y los pies se te salen del colchón.
Estas loca
Estoy un poco caliente
No quiero gustarte, Edie
Lo se, pero yo no puedo evitarlo. Tampoco te he pedido que te guste
No quiero que vuelvas a espiarme
Nada de eso, eres tu el que deja las puertas abiertas. El otro día, por ejemplo, te sentaste en el baño y hojeaste una revista durante más de un cuarto de hora. Me senté en el suelo y miré tu reflejo en el espejo. Solo se te veía medio rostro, pero para mí eso es mas que suficiente. Si no fueras un exhibicionista cerrarías las puertas.
No soy ningún exhibicionista
Claro que lo eres. Siempre dejas todo a la vista. Dejas lo que los psicólogos llamamos huellas de erosión. Siempre sé si has llegado a casa tarde, si has bebido vino, cuánto has fumado y si has comido algo, por ejemplo.
Yo seré un exhibicionista, pero tú eres obsesiva.
¿Obsesiva yo? Solo me intereso por lo que a tu persona respecta. No es a ti a quien quiero para mí, y lo sabes. Solo que ahora mismo me gusta mirarte y seguir tus movimientos, saber dónde estás y que haces. Dentro de unos meses no querré saber nada de ti nunca mas y entonces serás tu el que me eche de menos.
            ¿Eso crees?
            Eso será, y sino ya lo veremos.
            Déjate de tonterías Edie, sabes que nunca conseguirás que hagamos el amor.
            Estoy mas cerca de eso de lo que te imaginas.
            Te dejaré pensar lo que quieras.
            Si al menos me gustaras tu…pero me gusta tu otro tu, el que aparece en mis sueños. Como he podido llegar a meterme tales cosas en la cabeza. Soñar una vez y otra que hacemos el amor y acabar creyendo que te deseo de la forma en que lo hago ahora mismo, sin que en ningún momento tú en persona hayas despertado en mi ningún tipo interés…
            No te entiendo
            Que mas da, ahora te deseo a ti. Ya no importa más. 

dimanche, septembre 18

Sala de espera


Carl y Edie están sentados en un sofá de piel rojo, en una horrorosa sala de espera de un pequeño hospital. Hace más de media hora que esperan. Edie viste una falda de flores y una camisa blanca medio desabrochada, que deja entrever un par de senos bien desarrollados. Carl viste unos chinos granate y una camiseta de tirantes de color negro. Edie ojea una revista y tiene las piernas cruzadas hacia Carl. Carl tiene ambos pies en el suelo y mantiene una postura rígida todo el tiempo, se limita a mirar al fondo de la sala esperando que la puerta se abra.

-       Ed
-       ¿Si?, dice Edie sin levantar los ojos de la revista
-       ¿Crees que saldremos antes de la hora de comer?
-       No lo sé, tienen que hacerte varias pruebas
-       Dijeron que entraría a las doce y son las doce y media
-       Ya sabes como son estos lugares
-       No, no lo sé. Voy a levantarme.

Carl se levanta y empieza a dar vueltas alrededor de la sala de espera. Están solos, así que nadie le observa, ni siquiera Edie le presta atención.  

-       Ed
-       ¿Si?
-       ¿Puedo bajar a fumarme un cigarrillo?
-       Pues claro. Te sentará bien.
-       ¿No me acompañas?
-       No Carl, tengo que acabar de procesar una cosa, dice mientras le dedica una falsa sonrisa.
-       ¿Sigo importándote?
-       Si, dice Edie sin demasiado entusiasmo
-       No lo parece

Carl sale de la sala a paso rápido y se dirije fuera. Allí encuentra a una anciana sentada en un banco que bebe una taza de té. Los árboles que rodean el centro son penosamente pequeños. Además, en esta época del año no hay hojas en el suelo y los arbustos están verdes. Carl prefiere los colores pálidos. El marrón para las hojas de los árboles, por ejemplo, es mejor que el verde.

-       Disculpe, joven.

Carl no hace caso a la señora y sigue pensando en el paisaje desolador que tiene ante sus ojos. Está de un humor insoportable y tembloroso.

-       Oiga, joven!, la señora empieza a subir el tono de voz

Esta vez parece que Carl la ha oido y le dedica una mirada despectiva. A su parecer la señora emite sonidos que disturban su aparente paz contemplativa y le provoca racciones adversas-

-       Oiga usted, señora-, le espeta Carl furioso.
-       Vaya, joven, parecía usted apunto de caer al suelo. ¿Se puede saber que hacía?
-       Nada especial. ¿Por qué?
-       Su mirada perdida…¿no se ha dado cuenta?
-       ¿de que?
-       Ai…- , la señora exhala un suspiro.

Parece que pierde la esperanza de dialogar y sigue con sus asuntos. A Carl le molesta la gente que se dirige a él sin conocerlo y sin causa alguna. Sumando este aspecto a su inquietud se puede valorar como reacciona su organismo: aumentan los nervios y la inconsistencia.
Tira el cigarrillo al suelo y sin molestarse  a apagarlo se dirige hacia adentro del centro rápidamente.

En la sala de estar Edie sigue en la misma posición y con la misma actividad.

-       Esa dichosa revista, Ed, me está matando-, dice Carl acercándose a su oido.
-       ¿qué tal tu cigarrillo?
-       Molesto, ha sido molesto.
-       Y, ¿se puede saber por qué?
-       Interrupción. Vicio interrumpido.
-       ¿Damas o caballeros?
-       Damas, damas poco sensuales.
-       Una pena, ¿verdad?

La puerta de la consulta se abre y sale un hombre de mediana edad acompañado de la doctora. Se despiden en medio de la sala y la doctora coge su lista de pacientes. Empieza a nombrarlos.

-       ¿John Olne? (silencio), ¿Isaac Trapan? (silencio), ¿Carl Spone?
Carl se sobresalta al oir su nombre. Ed le mira y le hace un gesto con la cabeza para que se levante. Carl espera a que Edie se levante  entre con él, pero no eso no sucede.

-       Ed, acompáñame, por favor.
-       Carl, mueve el trasero.

El rostro de Carl pone la expresión de odio mas profunda que es capaz de lograr. Entonces se levanta y se dirige hacia la puerta. La doctora le saluda y ambos entran en la sala. Ed sigue la escena y vuelve a la revista en el momento en el que Carl desaparece tras la puerta cerrada.

jeudi, janvier 20

Enderézame
Por Edith R.


- Enderézame así, le dije indicándole el camino hacia mis nalgas.
- Eres demasiado pequeña
-
Calla y házlo, me gusta

Siguió enderezando mi espalda durante diez minutos. Mas tarde me dejó sobre el suelo, lentamente y se tumbó a mi lado, mirando el techo.

- ¿ Te gustaría que te llevara a algún lugar?, me preguntó
- No, no me gusta demasiado salir de aquí.
- Tienes mucha suerte, ¿sabes?. Este lugar es precioso.
- Lo sé, pero preferiría poder moverme y conocer sitios bonitos de verdad.
- Podrías hacerlo. Si quieres puedo llevarte a donde tu quieras.
- Eres muy amable, pero no estoy de humor. Nunca estoy de humor. A la que pienso en dar un paso fuera de aquí me pongo a temblar.
- Creo que deberíamos hacer algo al respecto.
- Es imposible, créeme.
- No eres de cemento, ¿sabes?. Puedo contigo.
- No me siento normal Ian, me siento extraña ahí fuera.
- Antes nunca te habías sentido así, ¿verdad? ¿por qué ahora?
- Simplemente siento que mi sitio está aquí.
- Necesito enseñarte cosas, necesito que veas cosas que hace tiempo que no ves. Eres preciosa, Alende, me encantas, encantarías a todo el mundo. Mis amigos están deseando verte.
- ¿les has hablado de mi?
- ¡pues claro! ¡no hago otra cosa!
- Que vergüenza...
- Estas llena de prejuicios. Eres el ser mas bello que he visto nunca, debes mirar hacia delante.
- Lo haría si pudiera valerme por mi misma, créeme.
- Déjame ayudarte y formar parte de ti.
- No debes, podrías estar con cualquier mujer, con cualquier hombre. Eres un encanto.
- No quiero estar con nadie que no seas tú.
- Conmigo nunca podrás nadar en el mar, ni pasear al atardecer, ni acostarte a mi lado mientras te abrazo con mis piernas, ni hacer el amor frenéticamente...no podrías hacer nada.
- Contigo lo haré todo, Alende. No me importa nada de lo que crees que debería importarme.
-  No sabes lo que dices.
- Te quiero. Te amo y te necesito. Sé perfectamente lo que digo.
- Ojalá pudiera creerte. Yo si que te quiero.