Miradas evasivas
Escuchaba Angus & Julia Stone cuando lo conocí. Acababa de llegar a casa. Había pasado la tarde en Barcelona dando vueltas con Paul, hablando de todo y de nada. La relación entre ambos empezaba a enfriarse. Hacía poco que lo conocía. Me acosté dos veces con él en su apartamento y a partir de ahí todo fue disminuyendo hasta la nada. Nuestros paseos carecían ahora de sentido, nos limitabamos a hacernos compañía mientras recorríamos las calles. Y esta, había sido una de esas sórdidas tardes, llenas de miradas evasivas a ninguna parte.
Mientras esperaba el autobús de vuelta a casa pensé en no volver a verle jamás, pero algo me decía que realmente no era lo que quería. Por un momento había creído no necesitarlo, pero en realidad lo necesitaba. Paul se iría, tarde o temprano, y yo me quedaría aquí. Entonces me vería obligada a empezar de nuevo.
Llegué a sentirme mal durante el tr
ayecto de vuelta. Había anochecido, y a través de los cristales del autobús podía ver como en los salones se encendían las luces y personas se sentaban en sus mesas, habitaciones parpadeaban, un hombre estiraba sus brazos en una butaca delante del televisor, un gato asomaba la cabeza por la ventana, alguien se cepillaba los dientes frente al ordenador. Sin razón aparente me sentí terriblemente desafortunada.
Cuando llegué a casa y vi que todo estaba a oscuras me sentí mucho peor. Hacía dos semanas que vivía sin luz, pues había olvidado pagar la factura y me habían cortado el suministro. Encendí una velita que tenía en la entrada y fuí, de habitación en habitación, encendiendo todos los candelabros. Decidí no volver a pagar ninguna factura de luz nunca mas. Me preparé una tortilla para cenar y tosté dos tostadas.
Me desnudé y me tumbé en el sofá. Encendí el ordenador y vi que quedaban dos horas y media de batería. Un tiempo perfecto y finito. Antes de tener limitaciones de tiempo me pasaba noches sin dormir delante del ordenador, ahora eso se había acabado. Lo primero que hice fue ir a Pych. Me habían llegado un par de cartas online de unas personas con las que había contactado esa misma tarde. Una e
ra de Nathan y otra de Elene. Me decanté por leer primero a Nathan. Parecía tener muchas cosas interesantes que contar, o almenos eso me había parecido este mediodia cuando había hablado con él. Me invitaba a ir a cenar. Pero ya era tarde para eso. Siempre acabo perdiendo oportunidades exquisitas. Que pérdida de tiempo. La situación acabó por deprimirme aún más, así que cogí una taza de té caliente y me senté frente al televisor con el propósito de perderme entre la muchedumbre al menos hasta mañana. El mañana es otra historia.
Una.
pd: perdonad que publique
cosas sin sentido pero últimamente no siento necesidad de continuidad.