mercredi, novembre 18

Dan, me estoy muriendo de frío.
Igor tiene la estufa en su habitación y me ha dejado aquí solo, en el salón, helado. Mis dedos parece que se van a romper de un momento a otro.
Estos días no hago mas que comer, dormir, ir al baño y escribir. Apenas salgo de casa. El frío me prohíbe cualquier actividad que implique desplazarme por el polo norte -algo así siento cuando salgo a la calle-.

Igor se pasa el día encerrado en su habitación, vete a saber que es lo que hace allí todo el tiempo, no da explicaciones a nadie. De vez en cuando pongo la oreja en la puerta para comprobar que sigue vivo. Antes de ayer mismo, le escuché cantar una canción de Bob Dylan. Hace tres o cuatro días me pareció oír gemidos, lo que significa que se la estaría pelando, porque Igor no tiene visitas. Curioso. Aún así no intercambiamos más palabras que: has hecho algo para comer? Buenos días. Buenas noches.
Me gusta Igor, y creo que lo soporto.
Me gustaría más que estuvieras tu aquí, a mi lado...pero dentro de lo que cabe estoy contento.
Compré un pez hace un par de semanas. Es muy duro estar solo. Creía que me haría compañía. Lo coloqué en mi escritorio, al lado de las hojas de papel y la tortuga verde de madera. Creo que ni me ve. Me siento solo y al mirarlo me deprimo aún más. Aún así creo que me lo quedaré por algún tiempo, hasta que se muera, quizás. Debe ser duro pasarse la vida en un cuenco de agua helada. No tiene espacio para nadar. Puede que mas adelante, cuando consiga traducir el libro y me haga rico, le compre una piscina. Sería el pez doméstico más feliz del mundo, pues dudo que algún otro pez tenga tanta agua para el solito. Los peces de mar y río tienen mas suerte. No querría reencarnarme en un pez de pecera.
En fin, creo que me está empezando a mirar mal, es como si supiera que estoy hablando de él. Qué asombrosa criatura.
Te dejo porque se me está empezando a congelar la nariz.

Saludos de Anu y míos.

Toulouse, a fecha de 18 de Noviembre del 9

PD: ¿tu también tienes frío? Espero que sí.
Desconcertada por la noche era incapaz de volver a casa. La oscuridad le había hecho perder el sentido de la orientación. No sabía dónde se encontraba ni porqué estaba allí. Montones de calles y edificios desconocido la rodeaban, proyectando sus sombras en el suelo. Se desplazaba ágilmente sin saber a dónde ir. ‘Debemos estar en invierno, pensó, hace mucho frío. El vestido negro corto la guiaba por la ciudad. Sus pies se movían sin un rumbo fijo. Se puso a pensar lugares en los que podía encontrarse. Una ciudad. Londres, Paris, Milano, Barcelona, Madrid… imposible, no hay nadie por las calles. ‘Una farola antigua ilumina mi paso, ¿dónde estoy?’.
Intentaba recordar de dónde venía. No recordaba nada, ni siquiera un nombre. Avanzaba y seguía encontrando lo mismo, calles desiertas. En el cielo la luna temblaba blanca y fría. Las estrellas sollozaban. Ella seguí ágil, deslizándose por aquel laberinto sin fin. Ninguna pista. Ningun sonido. Nada que la hiciera recordar

lundi, novembre 16

Subía unas escaleras.
Subía por las escaleras que me llevan a mi ático, en el séptimo piso de un edificio de la calle Burgon.
Andaba por el vigésimo tercer escalón, mas o menos, no lo recuerdo con total exactitud. Mi cabeza empezaba a perder el sentido. Los músculos y huesos de las piernas dejaron de responderme y caí al suelo. Caí tres escaleras y quedé inmóvil en el rellano. Sentía un dolor punzante en la cabeza y ardor en la boca del estómago. Tenía los ojos cerrados y no fui capaz de abrirlos, por más que lo intenté. Quise chillar pero tampoco pude. No se cuanto tiempo permanecí así, pero a mi me pareció infinito. Mis esfuerzos por respirar normalmente me hacían latir el corazón de forma entrecortada.De repente vi unos ojos. Unos ojos grandes, redondos y bien abiertos. La luz del rellano empezó a parpadear rápidamente. Esos ojos se me acercaban, y no podía verlos. Era consciente de que mis párpados estaban cerrados. Chillaba de temor, de horror, pero no emitía sonido alguno. Intentaba retorcerme y no podía mover una sola parte de mi cuerpo. Algo me agarró el pié. Empezó a retorcerme los dedos, uno a uno. Seguía sin poder emitir un sonido. El dolor se hacía insoportable. Sentí como me caía alguna substancia hirviendo sobre la piel. Y como los ojos se me hundían hacia adentro, como si fueran a parar justo en medio de los sesos. Las orejas me pitaban fuerte. Empezaba a no sentir dolor. Algo me llevo hacia un lugar frío. La piel me ardía por el frío, que se contrastaba con la calor. Escozor y punzadas por todo el cuerpo. Sentí líquido frío. Intenté respirar y el agua me bajaba por la laringe, hasta el estómago. Se me inundan los pulmones, los intestinos, el ano. Y dejé de respirar.

Y toqué fondo.
Y me quedé en el fondo.

Lou

dimanche, novembre 15

Que alguien pare el tiempo,
por favor.