Conversa en caffè noir
Por Louise Kine
Int/dia caffè noir. París
Dos mujeres, sentadas en una elegante mesa, la una frente a la otra. ANE sostiene una taza de café caliente entre sus manos; LIA fuma un cigarrillo.
- Hace rato que te espero
- Sí, ya lo sé. Lo siento muchísimo.
- Sabes que no me gusta esperar.
- He tenido que ir a dos reuniones antes de venir y son imprevisibles, olvidalo. Lo siento
- He pasado una mañana horrible
- ¿a dónde has ido?
- He tenido que ir a ver a Simone.
- Vaya... ¿y qué quería?
- Quiere que le deje ver a los niños
- Pero eso sabe que no puede hacerlo
- Ya lo sé Lia, pero deberías haberlo visto. Parece arrepentido. Lo veo tan solo e indefenso...
- Mira Anne, ese hombre no es de confianza, lo ha demostrado miles de veces. No sirve que le veas una mañana y sientas lástima hacía él para que olvides todo lo que hizo.
- Le hecho de menos
- No, no es a él al que hechas de menos. Hechas de menos al que antes era él. Las personas y las cosas cambiamos. Simone cambió y por eso le dejastes.
- No me quito de la cabeza su imagen, con sus ojos totalmente desorbitados, sudoroso, tembloroso...tengo metido en la cabeza el sonido de sus lentos pasos que se acercan hacia mi. Sueño con ello a diario.
- ¿te da miedo?
- No es miedo, me crea ansiedad. No puedo dormir sin pensar. Cuando meto a los niños en la cama estoy bien, allí, con ello. Me reconfortan. Me siento optimista, valiente, capaz de todo. Pero, en cuanto les cierro la puerta...es como si hubiera vuelto al mundo. Siento miedo, me cuesta dormir y tengo sueños muy intermitentes que me crean ansiedad.
- Supongo que ahora es normal eso, querida.
- Si es normal o no no me importa, Lia. No puedo seguir así. No permito que nada ni nadie me haga perder mi calma, mi paz, mi lugar.
Recuerdo cuando era niña, que dormía tranquila, me despertaba tranquila, con la mente en blanco. Un nuevo día, pensaba.
¿lo recuerdas?
- Si, Ane, también a mí me pasaba eso
- Ya...Pero, y ahora, ¿qué?
- Hay que dejar de pensar.
- ¿En qué?
- En todo, Ane, en todo. Nada vale la pena. Perdemos los días preocupandonos por tonterías. Y estos pasan, pasan y se van. Debemos replantearnos las cosas.
- Eso es lo que ahora dices. En cuanto nos levantemos volveremos al mundo.
- Las tazas están vacías.
- ¿nos vamos?
- Si.
- ¿me acompañas a recoger a los niños?
- oui
- ¿Cómo crees que lo estarán pasando ellos?
- Tendrán la mente en blanco, como una tabula rasa.
Ambas se alejan, dejando las tazas vacías y sus rastros sobre la mesa.