Desconcertada por la noche era incapaz de volver a casa. La oscuridad le había hecho perder el sentido de la orientación. No sabía dónde se encontraba ni porqué estaba allí. Montones de calles y edificios desconocido la rodeaban, proyectando sus sombras en el suelo. Se desplazaba ágilmente sin saber a dónde ir. ‘Debemos estar en invierno, pensó, hace mucho frío. El vestido negro corto la guiaba por la ciudad. Sus pies se movían sin un rumbo fijo. Se puso a pensar lugares en los que podía encontrarse. Una ciudad. Londres, Paris, Milano, Barcelona, Madrid… imposible, no hay nadie por las calles. ‘Una farola antigua ilumina mi paso, ¿dónde estoy?’.
Intentaba recordar de dónde venía. No recordaba nada, ni siquiera un nombre. Avanzaba y seguía encontrando lo mismo, calles desiertas. En el cielo la luna temblaba blanca y fría. Las estrellas sollozaban. Ella seguí ágil, deslizándose por aquel laberinto sin fin. Ninguna pista. Ningun sonido. Nada que la hiciera recordar
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