Querido Ian,
Octubre es demasiado cruel conmigo. Aún tengo las manos húmedas día y noche, no lo soporto más. Espero que acabe pronto, de verdad. Esta mañana he desayunado con Marcello. Hablar italiano a las nueve de la mañana con un café delante solo puede recordarme a Milano y de echo he sido demasiado nostálgica, quizás, recordando los tranvías, la nieve, los capuccino en el café Marzia, las tardes en el apertitivo, los cócktails, las cenas para diez, la biblioteca Chiesa Rosa, los caminos de ida y vuelta a la Standa, la bicicleta, el naviglio, Via Torino, le Colonne, el cine Odeon...es imposible no recordar todo eso y querer escapar inmediatamente. Desde que estoy aquí hay algo que echo de menos, y es el ritmo frenético de las semanas cogiendo aviones sin parar. Echo tanto de menos los aeropuertos que vuelve a pasarme por la cabeza la idea de hacer un curso de azafata para poder volar. Siempre es suculento saber que podría estar en contacto con Pilotos que me ayudarían a perder el miedo a volar. Me encanta mi paradoja: tengo miedo a volar y quiero volar. ¿Por qué tengo que ser tan contradictoria? En fin, eso es algo que echo de menos y en lo que he pensado hoy. A parte de las noches de Bukowski, cuando Nicola me leía sus cuentos en Italiano mientras estábamos en la buhardilla. Me hacían tanta gracia que saltaba de la cama sin poder parar de reír. Echo de menos Italia, ya lo ves.
Mañana mismo empiezo algo nuevo y constructivo, ¿sabes?, prácticas en un centro de Anorexia y bulímia muy nuevo y complejo, está en Pedralbes. Como sabes nada de lo que viva allí podré contarte, y lo siento de veras, pues de alguna forma tendría que explotar, pero si algo soy es fiel a mi yo 'psicologo' y no voy a contar nada a nadie de lo que allí suceda o vea, ni siquiera a mi yo 'escritor', pues es un valioso secreto. Es curioso, me siento en activo en este aspecto. Mi yo psicológico está contento esta semana. Cada lunes, de ahora a Enero, estaré toda la tarde en una asociación de gitanos en el barrio de gracia. Te preguntarás que hago allí -hasta yo misma me lo pregunto-, pues hago dos horas de intervención psicosocial. Lo primero que hago es estar con una niña de cuatro años que padece autismo y lo segundo es llevar a un grupo de niñas gitanas que tienen unas ideas desorbitantes - que les vienen, por supuesto, de las séries absurdas para jóvenes superficiales- que consumen día tras día en la televisión.
No voy a entrar tampoco en detalles pero es una tarea de lo más interesante. Debo seguir un diario de campo y escribirlo cada lunes por la noche, y así no olvidar mi experiencia. Constructivo, ¿verdad?.
Y tu, querido, ¿como estás? Janice me dijo el otro día que hablasteis y que te vio bien. He leído tus últimos cuentos y los encuentro sensibles y agotadores -emocionalmente hablando-. Buen trabajo Ian, de veras. El otro día salí con Thomas y nos despertamos tan desorientados y borrachos que casi no fuimos capaces de reconstruir la noche. Finalmente conseguimos recordar que jugamos a las personalidades y creo recordar que me hizo ser italiana, cometido en el cual fracasé al intentar entablar una conversación con unos turistas. Yo le hice ser un argentino huérfano y que había tenido una vida de lo más cruel. Creo que el juego de las personalidades podría servirte como argumento para tu próximo número, ¿no crees?
Te quiero Ian, y te echo de menos. No puedo escribir más pues tengo que hacerme un sandwich y salir pitando a cojer el bicing para subir a la clínica...entra una luz ténue por la ventana y tengo las manos congeladas de la mezcla de frío y sudor, suena un vinilo precioso que he escuchado ya unas veinte veces.
Escríbeme pronto, por favor.
Edie Str.
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